Tradición, devoción y episodios paranormales, la historia de la Santa Cruz de Villafranca de los Caballeros (Toledo)

La cruz que preside el patio de Daniela y que en otro tiempo fue venerada
por los feligreses en la plaza que lleva su nombre. Foto/Eltiocazuela

. El patio de Daniela Patiño se ha convertido en todo un santuario

Detrás de cada tradición siempre hay una historia que contar. Historias que se acercan a la realidad de lo que en otro tiempo se vivió y que hoy se rememoran en cada celebración. Sin embargo la historia que hoy os voy a relatar es bien distinta. En ella se mezclan la religión o más bien la devoción más exacerbada y lo paranormal. Si, así es, fenómenos que nunca nadie ha podido explicar y que ya muchos asumen.

    Hoy también es el Día de la Santa Cruz en Villafranca de los Caballeros (Toledo). Cada año, llegando mayo, se celebra la misa mayor en la plaza que lleva su nombre y allí se congregan vecinos y feligreses que rodeando la cruz siguen la liturgia del día. Engalanan el monumento para la ocasión y siendo el mes de las flores se cantan también los "mayos" a la Virgen.

    Hasta aquí se trata de una tradición más, de las muchas similares que se festejan a lo largo y ancho de La Mancha. Pero la cruz que hoy se venera no es la misma que la de hace unos años. Y es donde arranca esta historia.

    Como digo, hace años, un artesano y feligrés local quiso donar una nueva de forja, que hoy es la que preside la plaza. Para ello fue necesario retirar la antigua, hecha de madera e iluminada con esa luz amarilla, tenue, que nos indica que llegamos a un lugar santo y más tarde con fluorescentes de luz blanca.

    Las "santeras" del momento, encargadas de cuidar y mantener el monumento le entregaron la cruz al párroco para que dispusiera de ella. El cura que no encontraba lugar adecuado, sobre todo por falta de espacio, les propuso que "la quemaran" y ellas, echándose las manos a la cabeza pensaron que aquello era un sacrilegio. Se trataba de una cruz bendecida y venerada años y años.

    Como Daniela Patiño, una de las "santeras", tenía en su casa un pajar en desuso decidieron guardarla allí hasta encontrar un mejor destino. Y la cruz quedó, de pié, en el pajar. La hija de Daniela, Mª Eugenia, a los pocos días pensó que después de tanto tiempo disfrutando de un lugar privilegiado la cruz, que tantas celebraciones había visto, necesitaba algo de luz y puso dos cirios, de esos envueltos en plástico rojo y que se conocen como "velones". Durarían el tiempo necesario.

    Eso pensó Mª Eugenia. Su sorpresa fue cuando una semana después quiso comprobar el estado de los mismos y se dio cuenta de que aquellos velones ya se habían consumido. No podía ser, quizá alguna ventisca, pero... el pajar solo cuenta con una puerta de acceso y un pequeño ventanuco que estaba tapiado. Volvió a poner otros dos velones y a asegurarse de que ninguna corriente pudiera influir en su consumo.

    Alertada por los sucesos, a la semana siguiente volvió al pajar y nada más abrir la puerta comenzaron a salir cientos y cientos de gorriones, algunos seguían apoyados en el brazo de la cruz cuando comprobó que las velas, una vez más, se habían consumido de inmediato.

La cruz que presiden en la actualidad la plaza y en la que hoy
se ha celebrado la misa mayor. Foto/Eltiocazuela.

Otros fenómenos paranormales

En ese momento prefirió no dar cuenta del episodio vivido. Pero más tarde, madre e hija vivían otro acontecimiento inesperado. Estando bordando en el patio cubierto por una mampara de cristal, que en la zona se conoce como "montera", un verano a media tarde truenos y relámpagos se desataron sobre sus cabezas. Hacía calor y un sopor nada habitual. Pensando que se trataba de una tormenta se asomaron a la calle, en la que lucía un sol de justicia y el cielo presentaba un color azul como nunca había visto. Truenos y relámpagos que se sucedieron en más ocasiones.

    Ninguna de las dos daba crédito a lo que estaba pasando. Llamaron al electricista y algún técnico más por si alguna avería eléctrica se pudiera haber producido en la casa. Nada, todo estaba en perfecto estado.

    La familia no quiso propagar tales hecho y siguió con su vida cotidiana hasta que, tiempo después, un intenso olor a rosas inundó toda la casa. No era posible, el invierno estaba cerca y ningún rosal a kilómetros de distancia.

    Fueron produciéndose otros hechos "menores" que, para no extenderme, no voy a relatar, retomando la historia en el momento en el que deciden contar su historia a videntes y santeras de la zona. Algo paranormal estaba sucediendo y no encontraban la explicación. Nadie, a esas alturas, se acordaba ya de la cruz. Todos pensaban en el más allá, en los seres queridos que ya no están entre nosotros, pero ¿quién?

    Fue una de ellas, en Madrid, la que se acercó y consiguió resolver el misterio. "En su casa hay un objeto, de grandes dimensiones, que necesita salir a la luz", les dijo.

    Y ahí estaba la cruz, en un pajar abandonada.

    Decidieron sacarla a exposición y venerarla como así parecía que estaba reclamando. Los gorriones, las velas, el olor a rosas, truenos y relámpagos que interpretaron como mensajes divinos.

    Desde entonces la antigua cruz preside el patio de la vivienda y a ella acuden muchos devotos con el ánimo de hacer algún ruego y depositar al tiempo velas o flores. Y desde entonces, también, todo ha vuelto a la normalidad.